viernes, 27 de enero de 2012

LAS PENAS CON MÚSICA, SON...

Las penas no son menos ni con pan ni con música. Pero suenan de otra manera. Con música, lo oiréis, llegan directamente al corazón y hasta pueden quedarse un rato con nosotros. No molestan. Y nuestra pena, nuestros sentimientos, los vemos reflejados en otras cabezas, voces, brazos y puede que puños…

En realidad tenía otro tema para el blog de hoy. No, no era Garzón o la justicia de los dioses a través de los humanos que da la impresión de que no siempre aciertan. Pero me ha llegado esto que os envío y después de dedicar media hora a escuchar las cinco canciones, me ha parecido que sería interesante que otros pudieran hacerlo también.

Además, vienen a completar el blog de la semana pasada. Las cinco canciones ponen música al peor escenario de unos años difíciles, con el mismo personaje siempre en la recámara. Personaje al que nombraré una sola vez, alto y fuerte eso sí, Manuel Fraga Iribarne. Con una dedicatoria que, se verá y hasta escuchará más adelante, es de Lluis Llach: te perseguirá nuestra memoria para siempre.

Abrimos el escenario con los Quilapayun de Iquique, Amanda o El pueblo Unido. Los conocí en París, pero de eso hablamos otro día. Hoy les escuchamos cantando una hermosa canción de Violeta Parra. “Qué querrá el Santo Padre que vive en Roma”… Una canción dedicada a Julián Grimau.

Sigue la actuación con María del Mar Bonet, otra forma de ser y ver Mallorca desde luego. Aquellas noches tremendas que muchos temimos, qué querrá esta gente que llama de madrugada para llevarse a Enrique Ruano... “Que volen aquesta gent”.

Viene ahora Joaa Isaac que le manda un beso “A Margalida”, la compañera de Puig Antich.

Aute canta después, “Al alba” de la madrugada del 27 de septiembre de 1975 cuando el caudillo todavía podía matar de cinco en cinco.

Cierra el cartel Lluis Llach. Vitoria en el corazón. “Campanades a mort”.

Quien envía el concierto ya dice que en algunos casos tienes que quitar la publicidad que acompañan a un par de videos en sus partes bajas.

La semana que viene seguimos. Ahora sube los altavoces y enchufa la cabeza, con memoria y corazón.



Rebelion. Cinco canciones para Don Manuel

Como nunca se sabe, si no te sale lo de darle un click y tenerlo todo, te copias lo que sigue:
http://www.rebelion.org/noticias/espana/2012/1/cinco-canciones-para-don-manuel-143256

viernes, 20 de enero de 2012

DE SALVADORES Y PADRES DE LA PATRIA. VITORIA EN EL CORAZÓN

En febrero de 1976 pudimos dejar París donde habíamos esperado como agua de mayo (aunque no fuera la bendita del 68) un pasaporte que llevarnos a la boca para poder volver a España. En el mes de marzo, escenarios y remolques fotografiaban ya nuestras actuaciones en plazas, salas y teatros de La Rioja, Andalucía, Cataluña o Madrid. Con gente, mucha gente alrededor. Y las cerillas encendidas. Eso lo recogían también los informes policiales. “Que el público enciende cerillas”. Menos mal que ya no nos acusaban de incendiarios. “En una de las canciones que debiera decir Victoria según la documentación remitida, seguían explicando los papeles gubernativos, lo que dicen al parecer es Vitoria. Y el público enciende cerillas”...

Porque resultó que...
En marzo de 1976 mucha gente andaba por las calles de Vitoria buscando afanosa y solidariamente esperanza y pan, cuando se encontraron flotando entre los gases de las bombas lacrimógenas y dibujados en las mirillas de los rifles de la policía. Murieron cinco.

Y ocurrió que...
En marzo de 1976 un ministro de armas tomar dijo que la calle era suya.

Y ahora va y se muere Fraga. Ya sé que todos lo sabéis, y desde luego no estaréis pensando que ahora vaya yo a contaros su vida y milagros. Que si fue ministro y dueño de vidas, prensas y calles, o cuando se lanzó él sólo, como hubiera hecho el capitán Trueno, sobre la bomba de Palomares…
Lejos de mí ese cáliz.
En realidad ya sabemos que los seres humanos, incluso los seres animales, viven, se reproducen y mueren. Lo que le ha pasado a Fraga. Y cierto es que cuando la gente muere, se disparan, se me perdone la expresión, comentarios y jaculatorias. Sobre todo para aquellos que no sólo aparecen con profusión en los medios, sino que son dueños de los medios. Resulta que finalmente son santos si procede, vírgenes si cuela o como es el caso que nos ocupa, demócratas de alta escuela, de rancio pedigrí, de toda la vida y de toda la muerte. De nuevo la muerte. De los obreros en Granada, de los estudiantes en las calles de Madrid, cuando la policía disparaba al aire. Que no fue el caso de Vitoria. Allí dispararon simplemente a dar. Y dieron.

Porque eso fue la transición primera, una lucha a brazo partido con la muerte. Cuando la historia pintó de rojo de sangre las hoces y martillos del mes de enero de 1977 en Atocha, Madrid. Fraga ya no era ministro de gobernación. Ahora se iba a convertir en estadista, y de salvador, en padre de la Patria.

Así que…
Yo, y muchos, recordamos al Fraga franco fascista, o sea, francamente fascista, que para ser ministro de Franco no bastaba, seguramente, con ser miembro de la OJE.
Y un hombre que no renunció en toda su vida al franco-fascismo merece la condena que la historia, ya que ni el Parlamento ni los tribunales de nuestra nación -más ocupados en juzgar a Garzón por cierto- lo han hecho, reserva a quienes despreciaron, algunos de por vida y otros hasta que no tuvieron más remedio, la libertad y la democracia, por no hablar de la igualdad y de la fraternidad entre los hombres de la tierra.
Vitoria en el corazón.


Hoy quiero dejaros un testimonio que me envía un amigo. Hermoso, veréis y escucharéis.
Empezaba esta carta, o lo que sea, hablando de canciones (es una pena que no grabáramos aquella dedicada a Vitoria), y acabo con la voz de un compañero con el que ya cantamos y fuimos y vamos juntos compañero, alguna vez. Luis Pastor redacta y recita un manuscrito que firmo gustosamente y no sólo en mi nombre. Salud.


viernes, 13 de enero de 2012

Érase una vez... cuando no tuve una perrita

La trajo a casa mi hermano pequeño. Pero más que suya lo fue de mi madre. Aunque era él quien la sacaba a pasear. Supongo, porque yo ya no vivía allí. Pero a veces la llevábamos a callejear  y recuerdo su presencia en el coche, con la ventanilla abierta para que disfrutara de las vistas, paisaje y paisanaje.
Que ladraba especialmente a los paseantes con sotana, prenda más utilizada entonces que ahora (también la población tonsurada era seguramente mayor), es un hecho del que los familiares cercanos podemos dar fe, aunque no explicación científica, ni siquiera sociológica. De hecho entre los informes que estudian comportamientos y ladridos del animal más amigo del hombre, nunca encontré alguno que relacionara su expresión ladradora con esa u otra parte de la humana población.
Pero de quien se hizo amiga era de mi madre. Junto a la mesa camilla del cuarto de estar había dos sillones de mimbre que miraban hacia la televisión. En uno se sentaba mi madre, con las agujas de tejer por ejemplo, y en el otro la perrita, que dirigía su atención indistintamente hacia una u otra, la televisión o mi madre. Y más que poner cara de entenderlas, yo creo que las entendía a las dos por igual.

La perrita no era muy grande y no tenía pedigrí. Pero sí mucho estilo, inteligencia y un nombre muy largo, con apodo incluido, que hacía justicia a sus muchos méritos y a otras tantas historias de nuestro atribulado mundo: Marilin Mahoma Monroe, la zorra del desierto. Pero así, entre nosotros, y en la intimidad (¡qué bonita expresión!), la llamábamos Mahoma. Y conseguimos de ella lo que nunca de la montaña: que se acercara a nosotros cuando se lo pedíamos y la llamábamos por su nombre.

Y ocurrió que un día su mentor y paseante decidió como de improviso y sin avisar, cruzar el canal de la Mancha, o quizá los pueblos y llanuras de La Mancha, que de todo tuvo la aventura. Y aquello le pareció tan lejano e inverosímil a mi madre, que puesta a perder compañías decidió quedarse sin la cercana y sosegada de Mahoma  y hubimos de mandarla al exilio en un viaje de cuyas circunstancias no ha quedado memoria en los ficheros de las tristes despedidas. Como tampoco de esa otra excursión, dos semanas después, para intentar recuperarla. Lo que resultó imposible de todo punto. Que por los siglos viva el recuerdo de Marilin Mahoma Monroe en la enciclopedia por escribir de los seres perrunos.

Así que nunca he tenido perro, pero entiendo a quien los pasea, llama y acaricia. Y me  subyuga cuando veo a Pilar, a Nano, a Mamen o a José Vicente, por citar a algunos próximos, ponerse los guantes desechables y recoger las deposiciones de sus amados animales para depositarlas en cualquiera de las papeleras cercanas. Tiene algo de entrañable ese acto de acompañamiento y de urbanidad, tan parecido por otra parte, permítaseme el símil, al cambio de pañales de nuestros pequeñuelos cuando las circunstancias lo exigían. Que eran varias veces al día, creo recordar.

Y sin embargo... Hay ocasiones en que uno no puede caminar por las calles del barrio, y aún del extrarradio, con la vista levantada oteando el horizonte, o buscándole cosquillas a la imagen de la luna que se va desdibujando apabullada por el día que amanece, porque de hacerlo así puede que tus zapatos se tropiecen con esas otras deposiciones sin recoger y acaben llenos de mierda, que es como traduce el vulgo lo retratado. Y es una mierda, un fastidio. Y jode. Y le jode más a Pilar, a Nano, a Mamen o José Vicente, que a ellos también les pasa, siempre con la mierda de los otros, que la de los suyos la recogen como ya se ha dicho. Y ahí ves, muchas mañanas, como el taxista de la esquina, o la peluquera presurosa, el profe que arriba al Colegio o cualquier otro mortal que la enfrenta, se lleva puesto en los tacones los restos de ese pastel maloliente que inútilmente ha intentado limpiar con el bordillo de la acera.

Claro que por lo que cuentan los libros de la historia urbana y de andar por casa, nada que ver con la oficial y su traducción novelística o peliculera pongo por caso, peor debía ser el deambular por las callejas de herrerías, cuchilleros, judería o ruas de Santiago, allá por la Edad Media siglo arriba o siglo abajo. Entonces sonaba una voz “Agua va”, que no era aviso ni amenaza, sino aguacero sobrevenido, de manera que el viandante o deambulante sólo tenía tiempo de articular “Mierda” antes de sentirla sobre la capa o salva sea otra parte de su vestido, cabeza incluida. Con o sin gorra calada, que eso sería ya de película, aunque ese extremo no lo recojan las susodichas, que únicamente se preocupan de mostrar al enamorado camino de la ventana enrejada o de la pelea en la que se jugará el honor, y adonde nunca podría llegar con tamaños olores y regalos.

Así que uno se pregunta. ¿En la Edad Futura, siglo arriba o siglo abajo, habrán los humanos, especialmente algunos, aprendido la lección de la recogida de la mierda de sus perros de compañía? Si es así, que Dios o alguno de sus delegados se lo premie, en otro caso que se abra a sus pies el infierno pleno de boñigas. Y se los trague.

Incluso para ellos, pero sobre todo para Pilar, Nano, Mamen o José Vicente, Luismi por supuesto, sigue a esta diatriba un poema que escribí para un libro que coordinó Diego Marín, titulado “Vida de perros” y en el que mezclaron sus plumas y perros gentes como Antonio Gala, los Luis A., de Villena y de Cuenca, Jesús Munárriz, Andrés Trapiello, y mis amigos Javier Pérez Escohotado, Antonio de Benito, Begoña Abad, Sonia San Román, Enrique Cabezón y tantos otros de aquí y de acullá. Todos con su perro. Como yo, que nunca tuve ni siquiera una perrita.


    Un verso perruno, me dices,
pues mira, tenía una vez…

    Así que un verso perruno, veamos,
ella se llamaba Mahoma,
Marilin Mahoma Monroe,
y se fue, mejor, la echamos.

Mi madre no podía soportar
su compañía
y la ausencia del hijo que la trajo,
y que se fue a comerse el mundo,
sin avisar,
(y sin desayunar aquella mañana).

    ¿Cuántos versos has dicho?
Ya, no tuvo ningún sentido
pero nos hizo buscarla
en la espesura del mar.

Cuando volvimos sin ella
supo que las tardes perdían sus hojas,
se sintió más vieja y más sola
y se perdió un poco más,
en otro bosque cualquiera.

Aquella perrita, Mahoma,
nunca soñó con un verso, además,
no tenía pedigrí,
pero llevaba la voz en la mirada.
Eso sí, tenía un defecto,
sólo ladraba a los curas…
a saber quien la enseñó.

viernes, 6 de enero de 2012

SESENTAYCUATRO

En mi biografía, aún por escribir, había un año destacado. No por su nombre, dosmildoce, sino por el apellido, sesentaycuatro. Y es que resultaba difícil plasmar mi hoja de servicios antes de que su tiempo, el de dosmildoce, hubiera transcurrido.
Así que cuando empezó, nadie sabía si en sus recovecos guardaba trigo y nieves, o más bien, nuevas y pertinaces sequías. Lo que era más fácil de ver en sus ojos era algunas arrugas de desasosiego cada vez más encendidas. Pero había más.
Había más, y yo lo sabía. Aún sin cumplir las necesarias primaveras, veranos, otoños e inviernos, en dosmildoce había llegado a la cifra mítica a la que unos amigos dedicaron una canción muchos, muchos años ha. Entre otras cosas, eso significaba que era un superviviente. Que había sobrevivido. Incluso a alguno de ellos.
Y aquella canción, aquel tiempo…

Presentíamos el amanecer
en aquellas eternas noches,
construidas de palabras
y canciones,
mientras el vino engrasaba
el andamiaje de un mundo
que también
se nos subía a la cabeza.
Éramos jóvenes, además,
y transitábamos.

En aquellas noches cantábamos esa canción de los sesentaycuatro (que era como un himno y proyecto de vida), y otras, y luego otras, en un bis que no terminaba nunca porque la guitarra se despertaba a la vez que nosotros, y volvíamos a empezar.
Y aún cuando hubo un tiempo en que se apagó la luz y las noches se volvieron oscuras, nunca faltaron después más palabras, brotes y canciones.
Y así, andando los años, pensé dedicarles a ella, la canción, y a ellos, los autores, un poema.


WHEN I´M SIXTY-FOUR

En memoria de John y George, que no llegaron
Y por alusiones, de Paul y Ringo.
(Los Beatles son una de las mejores cosas que me han pasado en la vida).
                                  
Cuando cumpla sesenta y cuatro,
me abrigaré el corazón
y bailaré contigo un vals
en la cima del ayer,
tropezando en el futuro
para acabar en el hoy.
Cuanto tenga sesenta y cuatro,
brindaré por vosotros
y por todos los amigos,
incluidos
los que ya no están.
Así,
el vino alumbrará nuestra supervivencia
en el jardín de los corazones solitarios.
Y para todo el público presente
y ausente
cantaremos una hermosa canción:
all you need is love.


Ya lo veis, siempre la música, o el amor. El vino también.
Y los sesentaycuatro, que yo cumpliré este año, y algunos amigos de por aquí también.
Eso es todo. Una cifra, un blog, una canción. Aquí lo tenéis todo.
Salud.


WHEN I’M SIXTY FOUR (Lennon & McCartney)

LA CANCIÓN


EL TEXTO, en inglés y en español


When I get older losing my hair
Many years from now
Will you still be sending me a valentine
Birthday greetings bottle of wine


If I'd been out till quarter to three
Would you lock the door
Will you still need me
Will you still feed me
When I'm sixty-four


You'll be older too
And it you say the word
I could stay with you

I could be handy, mending a fuse
When your lights have gone
You can knit a sweater by the fireside
Sunday mornings go for a ride

 Doing the garden, digging the weeds
Who could ask for more
Will you still need me
Will you still feed me
When I'm sixty-four

Every summer we can rent a cottage in the Isle of Wight
If it's not too dear
We shall scrimp and save
Grandchildren on your knee
Vera, Chuck and Dave

Send me a postcard, drop me a line
Stating point of view
Indicate precisely what you mean to say
Yours sincerely, wasting away

Give me your answer, fill in a form
Mine for evermore
Will you still need me
Will you still feed me
When I'm sixty-four
Cuando me haga viejo y se me caiga el pelo
Dentro de muchos años
¿Seguirás enviándome una tarjeta el Día de los Enamorados?
¿Me felicitarás el cumpleaños con una botella de vino?

Si no hubiera vuelto a las tres menos cuarto
¿Cerrarías la puerta con llave?
¿Aún me necesitarás?
¿Aún me alimentarás
Cuando tenga sesenta y cuatro años?

Tú también serás vieja
Pero si dieras esa palabra
Podría quedarme contigo

Podría serte útil, arreglaría los plomos
Cuando se fuera la luz
Tú podrías hacer punto junto al fuego
Saldríamos a pasear los domingos por la mañana

Cuidar el jardín, arrancar las malas hierbas
¿Quién puede pedir más?
¿Aún me necesitarás?
¿Aún me alimentarás
Cuando tenga sesenta y cuatro años?

En verano podríamos alquilar un chalet en la Isla de Wight
Si no es demasiado caro
Tendríamos que apretarnos el cinturón
Los nietos en las rodillas
Vera, Chuck y Dave

Envíame una postal, escríbeme unas líneas
Diciendo lo que piensas
Indica con precisión lo que quieres decir
Tuyo sinceramente, consumiéndose


Dame tu respuesta, rellena el formulario
Mía por siempre
¿Aún me necesitarás?
¿Aún me alimentarás
Cuando tenga sesenta y cuatro años?