viernes, 31 de agosto de 2012

CUANDO LLEGUE SEPTIEMBRE...


Todavía soplaba la calor cuando llegábamos a su casa. Más allá quedaba la sombra del castillo, y más acá la de la propia calleja. Una pareja con los dos hijos pequeños la ocupaban tomando la fresca. Preguntamos. Sí, es mi padre, dijo la mujer. Igual pensó, “qué querrán estos que vienen de atardecida”. Cuando le dije que andaba buscando a Félix para saber de los suyos, de su padre y de su hermano, y del suegro y los demás vecinos de Sajazarra asesinados en 1936, que preparaba un libro y todo eso... se le iluminó la cara. Y me sacó un álbum en el que llevaba trabajando un año, recopilando datos de sus abuelos y de sus tíos...
Enseguida llegó Félix. Venía de no cazar, pero el paseo había valido la pena. Entramos en su casa, y supe, como me pasó alguna otra vez en mi peregrinar por la memoria, que ya era también un poco la mía.
De esto hace... diez años. No ha sido mucho tiempo. El justo para verle y acompañarle en la búsqueda, exhumación y entierro de los suyos. Para tomar unos cientos de cafeses, hablar de lo bueno y de lo malo, de lo divino y de lo humano. Para compartir su emoción en otras exhumaciones, en el treinta aniversario de la Barranca, con las mujeres de negro (una de ellas era Sara, su madre). Para preparar la comida anual en Sajazarra, este año con el aliciente de verlo sobreponerse a la enfermedad. El 19 de agosto, la fecha del aniversario. Todo el mundo preparado, Mariano, Vicente, Félix, Luis Carlos, Sanvi, Carlos, Luis y María, sus hijos, los amigos de Saja... El jueves 16 Félix no podía moverse, pero no perdía la esperanza (entre otras cosas porque también le atendían sus Esperanzas, madre e hija). Así que dejamos la comida para septiembre. Y en eso estamos.

A Félix Herrán le dijeron, “con buena intención”, contaba, que no buscara, que dejara pasar, “no hagas la fosa más grande chiguito”..., pero lo consiguió. Además de muchos esfuerzos también le costó dinero, más que a los demás, porque tres de los ocho exhumados, eran de su familia. (En este caso ni siquiera pudieron disponer de las ayudas que la administración brinda en ocasiones a las familias y asociaciones para exhumar a los que quedaron “tumbaos” en cunetas y cementerios).
En Altable, Burgos, habían asesinado en la madrugada del 19 de agosto de 1936 a un vecino de Cuzcurrita y siete de Sajazarra. Entre estos a Félix Herrán Mahave, padre de Félix, a Domingo Castrillo Ortiz, padre de Esperanza, su mujer, y a Francisco, el hermano mayor. (En el frente murió, en enero de 1938, otro hermano, Agapito...).
Cuando Luis Brox le hizo la foto que podéis ver a continuación y que muchos conocéis, Félix abrazaba seguramente a su padre y hermano, al suegro, a los otros asesinados, y uno a uno, a todos los demás. O sea, a toda la humanidad. Incluso, y los que lo conocimos sabemos que es así, a toda la “deshumanidad”...


Félix Herrán Escalona murió el 17 de agosto. Pero sobre todo vivió. Vivió con la memoria de los suyos y con la esperanza, compartida, de conseguir y dejar un mundo mejor y más justo. Y en eso estamos.




Testigos de la Historia es un proyecto de Héctor González Somalo para larioja.com; trabajo en el que colaboré en varias ocasiones. Por ejemplo en la entrevista realizada a Félix  que da pie al corto que podéis ver a continuación: