Todavía soplaba la calor cuando
llegábamos a su casa. Más allá quedaba la sombra del castillo, y más acá la de
la propia calleja. Una pareja con los dos hijos pequeños la ocupaban tomando la
fresca. Preguntamos. Sí, es mi padre, dijo la mujer. Igual pensó, “qué querrán
estos que vienen de atardecida”. Cuando le dije que andaba buscando a Félix
para saber de los suyos, de su padre y de su hermano, y del suegro y los demás
vecinos de Sajazarra asesinados en 1936, que preparaba un libro y todo eso...
se le iluminó la cara. Y me sacó un álbum en el que llevaba trabajando un año,
recopilando datos de sus abuelos y de sus tíos...
Enseguida llegó Félix. Venía de
no cazar, pero el paseo había valido la pena. Entramos en su casa, y supe, como
me pasó alguna otra vez en mi peregrinar por la memoria, que ya era también un
poco la mía.
De esto hace... diez años. No ha
sido mucho tiempo. El justo para verle y acompañarle en la búsqueda, exhumación
y entierro de los suyos. Para tomar unos cientos de cafeses, hablar de lo bueno
y de lo malo, de lo divino y de lo humano. Para compartir su emoción en otras
exhumaciones, en el treinta aniversario de la Barranca, con las mujeres de
negro (una de ellas era Sara, su madre). Para preparar la comida anual en
Sajazarra, este año con el aliciente de verlo sobreponerse a la enfermedad. El
19 de agosto, la fecha del aniversario. Todo el mundo preparado, Mariano,
Vicente, Félix, Luis Carlos, Sanvi, Carlos, Luis y María, sus hijos, los amigos
de Saja... El jueves 16 Félix no podía moverse, pero no perdía la esperanza
(entre otras cosas porque también le atendían sus Esperanzas, madre e hija).
Así que dejamos la comida para septiembre. Y en eso estamos.
A Félix Herrán
le dijeron, “con buena intención”, contaba, que no buscara, que dejara pasar,
“no hagas la fosa más grande chiguito”..., pero lo consiguió. Además de muchos
esfuerzos también le costó dinero, más que a los demás, porque tres de los ocho
exhumados, eran de su familia. (En este caso ni siquiera pudieron disponer de
las ayudas que la administración brinda en ocasiones a las familias y
asociaciones para exhumar a los que quedaron “tumbaos” en cunetas y
cementerios).
En Altable,
Burgos, habían asesinado en la madrugada del 19 de agosto de 1936 a un vecino
de Cuzcurrita y siete de Sajazarra. Entre estos a Félix Herrán Mahave, padre de
Félix, a Domingo Castrillo Ortiz, padre de Esperanza, su mujer, y a Francisco,
el hermano mayor. (En el frente murió, en enero de 1938, otro hermano,
Agapito...).
Cuando Luis
Brox le hizo la foto que podéis ver a continuación y que muchos conocéis, Félix
abrazaba seguramente a su padre y hermano, al suegro, a los otros asesinados, y
uno a uno, a todos los demás. O sea, a toda la humanidad. Incluso, y los que lo
conocimos sabemos que es así, a toda la “deshumanidad”...
Félix Herrán
Escalona murió el 17 de agosto. Pero sobre todo vivió. Vivió con la memoria de
los suyos y con la esperanza, compartida, de conseguir y dejar un mundo mejor y más justo. Y
en eso estamos.
Testigos de la Historia es un proyecto de Héctor González Somalo para larioja.com; trabajo en el que colaboré en varias ocasiones. Por ejemplo en la entrevista realizada a Félix que da pie al corto que podéis ver a continuación: