En esta semana última he tenido
acceso a un relato sin publicar de Dashiell Hammett, uno de los pilares de la
novela negra americana, verdaderamente interesante.
Por su parecido con un reciente
caso ocurrido en nuestra ciudad me he tomado la molestia de traducirlo del
inglés cambiando únicamente el nombre de la ciudad donde ocurrieron los hechos
que se narran, que así pasa a ser el de Logroño, por no ir más lejos.
La acción comienza en esa ciudad
algunos meses antes de las elecciones municipales y cantonales (¿o eran
regionales, quizá autonómicas?), pero en realidad, el fondo de la cuestión
venía de más antiguo…
Según relata el agente de la
Continental al frente del caso, resultó que con el fin de promocionar más si
cabe las virtudes turísticas y especialmente enoturísticas de la ciudad,
Logroño en la ficción, el Ayuntamiento de esa ciudad encargó a la empresa NEW
EXPRESSION (traducida al español podía ser Nova Idea) la realización de unas
esculturas en hierro fundido que parecieran parras al uso o uvas para usar y
tirar.
Continúa el agente, al que
llamaremos Bogart para simplificar, que los de NE/NI transmitieron el encargo,
subcontratar se llama, a otra empresa, llamada JAZZ GROUP (que traducido al
español sería Grupo de Jazz pero sin instrumentos).
Esta última empresa recibió el
pago estipulado, algo más de 60.000 dólares y las esculturas, o lo que fuera
aquel amasijo de hierros retorcidos, se acabaron y expusieron en sus almacenes.
Le consta a Bogart, recuerden, el
agente de la Continental, que desde el Ayuntamiento se envió un camión a
recogerlas con tan buena fortuna que al no caber en su interior, se volvieron
por donde habían venido. Y así se quedó la cosa. Las esculturas pagadas pero
sin recoger, quedaron esperando una mano de nieve o quizá otro camión, más grande eso
sí, que más que despertarlas simplemente se las pudiera llevar.
Y hete aquí que llegan, como
decía al principio las calendas electorales. En esos momentos gobernaba la
ciudad una coalición de izquierdas y cantonales (por entendernos, como si
hubiera sido el PSOE y el Partido Riojano entre nosotros). Y planeaban su asalto
al poder las huestes del tea party (Partido Popular y nos situamos todos). Como
luego han reconocido desde el partido de la derecha (una vez conseguido el
poder), pero recuerda Bogart que hasta ahora no habían dicho nada, sus
dirigentes se reunieron con los NE/NO para comentar algunas vicisitudes
relativas a sus tratos o negocios y, posiblemente, a las elecciones cada vez
más cercanas.
Pero, sigue el informe de Bogart,
la reunión decisiva se celebra en los locales de la empresa que todavía
almacena las esculturas, entre sus directivos y dos conspicuas (insiste mucho
Bogart en lo de conspicuas) concejales/as de los Populares del Te aún en la
oposición.
Y, mano de santo, a renglón
seguido, las esculturas desaparecen. Y esa misma semana se denuncia, por parte
de los Populares del Te, que el todavía equipo de gobierno ha pagado unas
esculturas que nadie sabe si se hicieron o no y que desde luego no están en
ninguna parte.
¿En ninguna parte? se pregunta
Bogart. Qué cara más dura añade. (Dashiell Hammett en una nota a pie de página
dulcifica el juicio de su protagonista y añade lacónicamente: esto es América
–Logroño en la ficción, recuérdese-).
¿El desenlace? Mientras las
esculturas de marras, secuestradas al menos y puede que maltratadas, gimen su
impotencia enoturística en algún almacén perdido en las montañas del medio
oeste, esperando que un Dylan cualquiera las rescate al menos hipotéticamente
en alguna de sus baladas, los del tea party (que también podemos traducir, de
forma laxa, como populares de rajoy) ganaron las elecciones sin despeinarse
(imagínense qué imagen).
El agente Bogart pone su grito en
el cielo: ¿pero no decían que los malos siempre pierden? Y él solo se enciende,
¿cómo no han ganado los buenos? (Hombre, añade sabiamente como siempre Dashiell
Hammet en su nota a pie de página, si debieran ganar los buenos buenos, así,
taxativamente, no ganaría nunca casi nadie. Pero apostilla: donde las dan las
toman y esto no ha hecho más que comenzar).
Y ahí acaba el capítulo que
remite, claramente como se ve, a alguna continuación que al día de hoy
desconozco. Pero me comprometo a seguir el tema de cerca, así como las andanzas
del bueno de Bogart en este feo y sucio asunto…
(Os dejo una escena de tener o no
tener –las estatuas- para que sigáis de cerca la investigación de Bogart y sus
relaciones con una de las presuntas informantes. Aclaro que lo de presunta no
es ningún insulto. Lo que no he podido descubrir todavía es la relación del
silbido con las estatuas desaparecidas, pero quién sabe…)