jueves, 27 de septiembre de 2012

ANTE LA MUERTE DE SANTIAGO CARRILLO


Creo que la historia no puede juzgar a nadie, ni siquiera a Fidel Castro. Juzgan los jueces, y así les va; podemos juzgar los hombres, y así nos va. La historia anota los datos, los hechos y las interpretaciones sobre todo ello de los propios historiadores, o de los filósofos o de los políticos de entonces o después. Luego juzgamos, y como en los juicios de las películas, como en los de verdad, a veces acertamos, en otras nos equivocamos. En realidad habría que decir que a veces creemos acertar y en otras reconocemos el habernos equivocado. Y viceversa. O al contrario.

Pero como cada uno hace lo que quiere, sobre Carrillo se ha escrito, se ha reflexionado y se le ha juzgado hasta el infinito. Hay quien, por ejemplo, empieza por acusarle de traicionar a su padre. ¿Por no pensar como él? Introduzcamos algún matiz, ¿por no pensar en todo como el padre? ¿O en nada? ¿Por no empezar o acabar militando en su mismo partido? Se le tiene que odiar mucho, casi tanto como Aníbal a los romanos, para utilizar ese argumento sin considerar, buenamente, que muchos de nosotros desde luego nunca pensamos ni militamos como nuestros respectivos padres, en función de nuestras propias ideas y vivencias. Dicho esto con todo el respeto para quiénes sí lo hicieron, supongo que en función de sus propias ideas y vivencias. En cualquiera de los dos casos, el libre curso de las posibles diferencias entre padres e hijos difícilmente pudiera o debiera considerarse traición. Todo lo más libre albedrío, como ya vimos en "Amanece que no es poco"...
Así mismo, conducir a las Juventudes Socialistas, previa unificación con las comunistas, hacia las posiciones del Partido Comunista, pudo ser acertado o equivocado, pero no parece un despropósito en una época en la que socialistas y comunistas venían de una causa y de una casa común aunque con habitaciones separadas.

Luego, y sobre todo, a Carrillo se le ha querido recordar por su papel en la transición. Partiendo de esa etiqueta de “modélica” sobre la misma que a toda costa defienden tirios y troyanos (o sea, los partidos que han gobernado este país desde entonces). Con ese paisaje de fondo es normal considerar a Carrillo, como a los demás constituyentes, padre, cuando no salvador, de la Patria. Creo que resulta tan exagerado como lo sería el negarle, no a él, sino al partido que representaba, la fuerza y presencia necesarias para, en todo caso, estar allí. Fue una situación transitoria y un resultado constitucional, y he escrito sobre ello en otras ocasiones, que tuvo también sus evidentes logros y luces. Y fallos, por supuesto. Y en todo ello anduvo Carrillo ya sin peluca, porque el Partido Comunista había salido de la clandestinidad -donde fue la fuerza hegemónica y más importante de la oposición al franquismo (y eso, guste o no guste, es simplemente un hecho)- para llegar a las terribles cotas del descalabro electoral y personal del mismo Partido y de muchos de sus partidarios.
En ese marco se inscriben las alabanzas de las derechas más retrógradas hacia la labor de Carrillo. El comunista no podía ser tratado de forma diferente a lo que habían hecho con Fraga, otro padre y salvador. Que gran parte del resto del arco parlamentario, mediático y social mostraran su respeto a la figura de Carrillo tiene su otro porqué, su otra historia (o sea los datos a tratar sobre lo que fue o dejó de ser la “reconciliación nacional”, sobre lo que representó o no el “eurocomunismo” etc.; de nuevo luces y sombras, claroscuros que se dice). Pero también los hay que le siguen tirando con bala. Y ahí se dan la mano, con razones y sinrazones, las derechas más derechas, herederas de los golpistas, y algunas izquierdas que vivieron y sufrieron enfrentamientos con las posiciones que representó Carrillo.

Porque en medio queda la guerra y la resistencia al franquismo. Y aquello, empezando por la guerra, hecatombe clara con responsables iniciales evidentes -los golpistas- y despropósito posterior con responsables evidentes -de una forma u otra todos los demás- se puede explicar, y yo lo explico, pero puedo asegurar que muchas veces es un sonrojo y un partirse el corazón el hacerlo.
Y hablo aquí de Badajoz, de los bombardeos sobre Madrid, de Paracuellos, de la Barranca, de Málaga, del mayo barcelonés del 37, de Barbastro y otros seis mil, del pacto de Santoña, de la sublevación de Casado, de las tropas nacionales han alcanzado sus últimos objetivos, la guerra (no) ha terminado, de los campos de concentración de dentro y de fuera, del maquis, y del exilio de dentro y de fuera también.
Y el que tenga oídos para oír, que oiga, y el que tenga vestiduras para rasgar que se las rasgue.

Que Carrillo al final  protagonizara lo que tantos habían interpretando antes entrando y saliendo del “partido” no es más que otra escena del teatro de la vida, en el que la política -ya lo sabemos- tiene su parte y su arte. Eso no mejora ni empeora su carnet vital, ni le cambió los colores para morir, toda la pantalla en rojo; en todo caso le permitió reflexionar en voz alta sin sufrir ni firmar más expulsiones. Y en lo que decía, a veces tenía razón.

Salud y resistencia. Y Memoria. Pero no nos equivoquemos, no todos tenemos la misma, no todos cultivamos la misma. Compartamos por lo tanto lo que nos une, el dolor, lo que nos puede acercar al futuro, la piedad.

viernes, 14 de septiembre de 2012

ALONSANFAN DELAPATRI


Cuando escucho sus primeros versos... “Arriba, parias de la tierra”... Perdón, que no es esta la que suena. En qué estaría yo pensando... Decía que cuando escucho sus primeros versos... “Vamos, hijos de la patria., ha llegado el día de la gloria”, aunque sea en francés, siento que algo propio me suena. Algo de esta patria con mayúslas que nos une a todos los hombres del mundo entero luchando contra la tiranía...
De los prusianos, alemanes, franceses incluso, ingleses, americanos, españoles, o contra la tiranía de las grandes corporaciones, del mercado mundial y aún del europeo, tan bien representado por los poderes de la inefable Unión Europea...
Y ciertamente en esa lucha actual, me quedo ahora en Europa pero con repercusión universal, tenemos de nuevo a Francia en la avanzadilla. De alguna manera al menos. Ya no se trataría de asaltar la Bastilla, pero sí de frenar los mordiscos de la bestia parda y bancaria que tan bien representa la Merkel.
Al menos, así nos gustaría que fuese (lo de la avanzadilla francesa). Hollande y sus muchachos, a pesar de perder apoyo mediático, o de que los medios digan que pierde apoyos populares (¿han notado el sutil parecido? ¿con cual de las dos ideas nos quedamos?) sigue empeñado en llevar adelante su programa. Con algunas dificultades, ciertamente. Tiene problemas, mejor dicho Francia tiene problemas. Para reducir el déficit público hasta el 3% en 2013, por ejemplo, necesita 30 mil millones. Una tercera parte, dice, llegarán de los recortes ministeriales. El resto, 20 mil millones, habrase visto atrevimiento, habrase visto insolencia, se cubrirán con la subida de impuestos a grandes empresas y contribuyentes adinerados y cosillas por el estilo. Para lo cual mantiene, por ejemplo, el primer punto de su programa: la subida de impuestos para rentas por encima del millón de euros anuales, con el 75% como tipo máximo del IRPF.
Bueno, espero que mantenga también el segundo: rebajar la edad de jubilación desde los 62 a los 60 años. ¿El tercero? Subir el salario mínimo por encima de la inflacción. Claro que en Francia ya era, ese mínimo, de 1.200 € al mes. (En España, otro ejemplo sin mala intención, es de 641,40). ¿Sigo con el programa de Hollande? Si me lo permitís, al menos con el cuarto punto: derogar la subida del IVA que preparaba Sarkozy...
Y así hasta 30. Treinta puntos.
Y coma. Por desgracia, son datos del lunes, “sólo un 48% de los franceses creen que Hollande cumple los compromisos de la campaña electoral”. Es que la noticia venía servida como en un catafalco donde se podía suponer ya la inmolación del mandatario. Por eso repasé noticia y cifra: un 48%. O, sea, todavía casi un 50% de los franceses, de todos los franceses, creen en esa lista actuaciones en marcha. Quizá ya se ha hecho algo, o van a comenzar en breve, por ejemplo, las actuaciones correspondientes al Banco Central Europeo, o se ha rebajado ya  un 30% el sueldo del Presidente y sus ministros, también de los directivos de empresas públicas, o se han contratado 60.000 nuevos profesores, quizá han sido menos; o se ha puesto en marcha una subida del 15% en el impuesto a la banca, banca a la que se prohíbe por otra parte el tener sucursales en paraísos fiscales... ¿Y si ha empezado por el final? ¿Si ha retirado ya a las tropas francesas de Afganistán, o está en ello? Era el último punto.
Y seguido. Como en España. A Rajoy no le cree nadie. Otra cosa es que no le importe. Otra cosa es que tampoco les importe mucho a los señores del PP. Está todo tan mal, y es todo tan intrincado que ellos solos se lamentan, se absuelven y tiran palante. Sólo que, malditas encuestas, parece que en unas hipotéticas elecciones perderían votos a mansalva. ¿Uno de cada cuatro dice usted? ¿De cada tres? ¿De cada dos? ¿Quién da más?
Claro que todo ese maremágnum de papelitos perdidos no los va a recoger el Partido Socialista Obrero Español que incluso va perdiendo aún más votos, propios y prestados, por el camino.
Sinceramente no me extraña. Algunos todavía recordamos quién inició esta política suicida de recortes y bajada de pantalones. Política que, después del varapalo electoral socialista, el PP ha seguido con más ahínco y de forma más profesional y vocacional, justo es reconocerlo. Pero ni siquiera ahora, tras el desastre continuo  aparece de forma mínimamente creíble y presentable el reconocimiento del “error” por parte del PSOE. Y mucho menos, un programa de actuaciones para el futuro que se acerque, aunque sea de lejos, al modelo socialista francés.
 En ocasiones, incluso, parece que el PSOE se sigue proponiendo para co-dirigir la nave en la misma dirección que el PP, en todo caso, para hacerlo “de otra manera”, aunque en el fondo (si no hay rectificación, si no hay propósito de enmienda) sea la misma.

¿Otro programa? Hombre, sería muy difícil que las lumbreras del socialismo español, curtidos ya en mil recortes y expertos en servir a los mercados, copiaran (y se creyeran) los 30 puntos de sus correligionarios franceses. Aunque nos daríamos con un canto en los dientes si, para empezar y hablar de alternativa, se empeñaran (y se creyeran) 29 de ellos...

Hoy nos quedamos en Francia, con sus problemas y con su gente. Y sobre todo, con las buenas intenciones de su Presidente y del Partido que lo apoya y acoge. El Partido Socialista Francés. Por todos ellos y para todos nosotros suena ahora la Marsellesa que más allá de ser un himno nacional, el de Francia, es la entradilla para otro cántico igualmente universal de ahora mismo (All you need is love), y fue la referencia de una nueva sociedad en multitud de situaciones y países, por ejemplo, en la proclamación de la República Española. El 14 de abril de 1931, en cientos de plazas de otros tantos pueblos españoles, sonó esta canción...  

Y en algunos lugares se cantó así. En castellano
 


En otros, Casablanca por ejemplo, La Marsellesa -en francés- ahogaba un himno nazi...





viernes, 7 de septiembre de 2012

DE LA TRISTEZA Y OTRAS SOLEDADES


Lo que nos faltaba. Al fantasma recortable, mercadal y tentetieso que ahora mismo recorre Europa se une de repente y por todo el morro, el de la tristeza infinita. Qué tendrá la princesa, los suspiros se escapan, de sus piernas de oro, de su boca de fresa, que ha perdido la risa, el aplauso y color...

Vaya embolao. Con los medios de información malmetiendo todo el día y los tuiters de medio mundo echando humo y lágrimas por doquier, la gente va saludándose por la calle, “buenos días, tristeza”, o preguntando con retintín, “¿dónde vas, triste de ti?”.

La respuesta está en el viento, amigo mio. O en el vestuario, o sea, en la colectividad. Ante la tristeza que nos invade,  sólo cabe el antídoto de una palmadita en la espalda: todo lo que necesitas es amor. Una milonga de amor mejor que una triste balada de trompeta. Un parche para el corazón amargo, “partío” en ocasiones, necesitado de salud, dinero y amor, y no solo de sangre, sudor y lágrimas.

Pero no, la tristeza sigue ganando enteros, como la prima de riesgo en sus mejores momentos. Una canción para niños tristes, y mayores, pasen y vean señoras y señores, este es el circo del mundo que huele a tristeza, como al fondo en Hill Street, o en la calle de al lado, llamada Melancolía. Un poema para comerte el día, mejor veinte poemas aunque lo pagues con otra canción, desesperada seguramente.

Así van las cosas, la tristeza es mía y de nadie más. Y sin extra de Navidad para celebrarlo. Ni cordero siquiera, que este año se lo comerán los Tres Tristes Tigres, o el bueno del capitán Alatriste, que en su aún más triste y solitario final, reirá entre dientes, silbando quizá, el himno a la alegría que nunca aprendió.

Cierto, ya estaba escrito antes de que rodara el balón, la historia más triste es la de España, porque siempre acaba mal. (Lo malo es cuando ves que la etapa ya empieza regular).

Cierto, ya estaba asumido, especialmente por el mundo cristiano, y aún el mesiano: vivimos en un valle de lágrimas. (Y nada se dice del clima en las montañas circundantes, que no ha de ser bueno, menos aún el de las capas del suelo, antesalas del infierno).

Nada, que no somos nada. Y así nos quedan cien años más, de soledad, de pena y de aflicción. Como ovejas pastando en campos de soledad, mustios collados...

Y ya por terminar, dándole pena a la tristeza, una canción. Triste, de acuerdo, pero quede claro que quien la canta, mejor, quien la cantó, tuvo días luminosos, aunque él sólo se apagara la luz. Es rizar el rizo esta tristeza de amor. Pero, repito, este arquitecto de sueños con cuerpo de ola que se miró en el espejo de la gran ciudad, cantó bonito y lo hizo bien.

Va por ti, Hilario. Tristeza por tristeza, me quedo con la tuya.