viernes, 15 de febrero de 2013

HOY MISMO...



… cuando son las tantas de la tarde de un día menos gélido por dentro y por fuera de lo que han sido los anteriores, y empieza a oscurecer, se me agolpan en la retina de la memoria, allá donde confluyen alma, corazón y vida, algunas imágenes, ideas, dichos y chascarrillos del ayer y del mañana, todo un maremágnum.
Casi es una pena que no nieve o jarree, que si así fuera, y visto desde detrás de los cristales, sería sumamente evocador y hasta inspirador, sin riesgo por otra parte de coger un constipado. Que no cogíamos tantos de pequeños, cuando nevaba de verdad y salíamos a la calle buscando charcos helados para romper el hielo y los zapatos. Ahora, incluso cuando nos llega el frío siberiano que hace saltar alarmas y termómetros, ya no hay charcos helados, o es que como ya no somos chavales nos rehuyen y no los encontramos.
Tampoco nadie tiene sabañones. De hecho, los chavales de ahora no saben muy qué es eso. Y les parece tan inverosímil que en el común de las casas de entonces no hubiera calefacción central y radiadores, como que tampoco existiera la televisión. Y cómo les explicas lo del calorcito de la cocina económica de leña o carbón, o cómo eran aquellas inefables estufas con bombona incluida que tuvimos después navegando por los pasillos.

Apretados en la cocina escuchábamos Ustedes son formidables. Meses, años o siglos después llegó la tele en blanco y negro. Era también, como decían del país entero, Grande (aunque no tanto) y Libre (¿qué es eso?), pero sobre todo Una. Transmitían algún partido de fútbol, salían los ministros y alguna vez Franco, su foto mucho más, con el aguilucho y el himno. Fue notorio lo de la subida a la luna y era una gran noticia cuando se moría un papa. Luego resucitaba, aunque ya no era el mismo, pero se parecían mucho todos con aquella sotana blanca con la que, aunque más pequeña y menos vaticana, mis hermanos y yo hicimos la primera comunión (ver, ver la foto aquí al lado, que no sé yo si hice bien en dejarlo...). Salía el humo blanco y balbuceaba el locutor de turno, habemus papa o como si dijéramos entre nosotros, tenemos papa. Y teníamos papa. Algunas de sus historias las conocíamos del cine, por ejemplo recuerdo la peli de un papa que cuando era chaval no tenía más que un par de zapatos o de botas y se las colgaba al cuello para no estropearlas cuando iba a la escuela, descalzo. Eran pobres y eso era muy ejemplar, como el resto de su historia. Incluso para muchos de nosotros que, desde luego, no éramos ricos, ni tan santos. Eso sí, andábamos al menos con zapatos, aunque fueran remendados. 

Bueno, los papas cuando ya no eran chavales dejaban de ser pobres. Pero sobre esas cuestiones, y sobre sus encíclicas y que era aquello de la infalibilidad nos preocupamos, o enteramos en su caso, más tarde. Fue una coincidencia hermosa. Por una parte dejábamos de creer a pie juntillas o del todo en los curas y en la religión y por otra nos hacíamos del partido del papa gordo, Juan XXIII. No duró mucho aquel noviazgo y los que han venido después han vuelto a las trincheras del palo y tentetieso. Y ahí siguen enfrente, juntos pero no mezclados. Que si unos son conservadores, los otros son más ultras aún. Empeñados todos, eso sí, en vaciar las iglesias de gentes de buena fe.
Para ser justos, habría que sacar de esa lista a Juan Pablo I el breve, cuya historia también se contó en una del Padrino, y del que no sabemos si iba o si venía aunque, por si acaso, le envenenaron el billete del autobús. 

Ahora, tras el insólito caso de un papa dimitido (“qué poco nervio” dicen que ha dicho Rajoy),  volverán los contertulios y corresponsales a deshojar la margarita que lleva escrita los nombres de los inefables (que no infalibles, todavía) cardenales, incluyendo el del amigo de Pedro Sanz, ese del pueblo de los chorizos a mucha honra (que chorizos chorizos con mala honra y en mala hora abundan cosa mala en estos días en los páramos de España), y también el de Rouco que según dicen que ha dicho Rajoy debiera ser el próximo papa, porque son colegas y compadres, y porque para jugar a los recortes y figurines y poner la cruz en la casilla, casona o palacio de la sucursal del Vaticano en España, no hay otro como él.

Pero... tampoco hay mal que cien años dure, ni iglesia que sobrepase los dos mil de esta guisa. Eso al menos escribió Malaquías hace la tira de años. Y aunque ya sé que lo de los fines del mundo está un tanto desprestigiado, y que ni los mayas aciertan, os dejo un vídeo para que os vayáis enterando de lo que puede pasar si sale un papa italiano, que aunque no se llame así, será Petrus Romanus. La leche, y todo con música de Orff. Así que no digáis que no tenéis tiempo (son cinco minutos, incluida la Carmina), lo que no tenéis es fe, claro, y así nos va.

El papa dimite, la iglesia explota y el mundo se acaba. Pero... en un aldea del globo terráqueo una tribu resiste. Y al frente, ya lo habéis imaginado, Ana Mato y el Rajoy por los siglos de los siglos, amén.
Que Dios nos coja confesados...










2 comentarios:

  1. Ay Jesús, que me ha impresionado más tu foto de Comunión que la dimisión de Benedicto XVI.
    Yo sí he conocido los sabañones, no en mí (al nacer en enero, nací con el frío puesto).
    También la cocina económica, la catalítica, la bolsa de agua caliente y la mesa camilla con el brasero a los pies. Y la radio, algo tendré que hacer algún día con la radio.
    Me has hecho recordar y sonreír, que no es poco.

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  2. Me llevo esa foto, no sé si ponerla de fondo de escritorio:)

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