Acabamos de terminar las fiestas
bernabeas-logroñesas, que como se sabe tuvieron su origen en la heroica
resistencia de nuestra ciudad ante el fiero invasor francés allá por el año
1521. Heroica, añado, en el supuesto de que el mérito deba atribuirse
únicamente al valor -y astucia- de nuestros ancestros. Porque si finalmente, la
victoria se debió a la intervención del cuasi apóstol Bernabé entonces sobran
tantas celebraciones victoriosas...
Ciertamente el programa festivo
acoge eclécticamente ambas posibilidades. Así cabe suponer que hubo un cierto
grado de alboroto en las calles y murallas y algunas excursiones nocturnas para descargar al Ebro de pececillos; y por otra parte, Bernabé pudo dejar sus ocupaciones habituales en aquellos días para echarles un cable a los logroñeses. ¿Está bien así? ¿Todo el mundo contento? Por mí que no quede.
Mucho menos ahora que me han colgado, justamente en estos
días, la insignia de San Bernabé. Distinción que recae, en principio, en ciudadanos logroñeses
que han destacado en su faceta profesional o personal por contribuir al
desarrollo cultural, cívico y social de Logroño, personas, resume el
comunicado, conocidas por su entrega a la ciudad.
Así que se trata de un galardón que no tiene nada de distintivo militar, eso está claro, ni religioso, lo cual está igualmente claro en la teoría, pero no sé si en la práctica de tantas vísperas y procesiones.
Y de eso hablaremos más largamente otro día.
Volvamos con la insignia. Bien, vanidad de vanidades por supuesto,
y también lo de que polvo eres y en polvo... Y que seguramente hay mucha gente que
igualmente lo merece, o más, o menos. Y también están quienes hacen la propuesta, quienes la aceptan, quienes finalmente te ponen la medalla.
Y ahí quería llegar yo.
Recibí la medalla y, reconozcámoslo, había cierta expectación en el ruedo ante la salida de José Manuel Calzada, en funciones de presentador, y del que esto suscribe, después. Como a continuación sólo podrán verse nuestros discursos, sí cabe indicar que fueron algo más transgresores y díscolos que los de mis compañeros insignes, que por otra parte, estuvieron muy bien. La glosa que finalmente leyó la alcaldesa dejaba las cosas en su sitio. Cortesía para todos y más efusividad con unos que con otro. Como ya dejé caer en el feisbuk que he inaugurado estos días, fue más que notable su olvido, personal o de quien le escribe los discursos, cuando al referirse a mis obras, y citarlas a continuación, se dejó única y exclusivamente la de "Aquí nunca pasó nada". Triste demostración de que aquí nunca pasó nada... (¿o sí? ¿entonces?...)
Van los discursos, primero el de José Manuel Calzada.
Logroño, 10 de Junio de
2013
Querido San Bernabé:
Me alegraré que, al recibo de ésta, te encuentres bien. Nosotros, ya estarás enterado, no tan bien, pues a
los que nos gobiernan, eso de estar bien o de bien estar no parece interesarles
demasiado.
Pero el motivo de mi carta es otro: me han
encargado que glose las virtudes y méritos del ciudadano logroñés Jesús Vicente
Aguirre, al que han propuesto para que ostente la insignia que lleva tu nombre,
por ver si lo consideras digno de ella.
Y aunque mi capacidad, como dijo el viejo
Cervantes, se halle seca como un esparto y sea yo de natural poltrón y
perezoso, eso es lo que intentaré hacer.
Obre, en primer lugar, en favor del tal Jesús
Vicente, el que, según me ha contado San Lucas, a ti te pusieron de nombre
Bernabé, porque significa “el esforzado”. Pues bien, dudo que en el presente de
nuestra querida ciudad puedas encontrar otro más “esforzado” que el susodicho
Jesús Vicente del que te hablo.
Predestinado a ser “Sancho”, por su estatura, su
carácter conciliador y su retranca bonachona, el destino se empeñó en empujarle
a ser “Quijote”, un quijote bajito, pero como aquél dispuesto siempre así para
el aumento de su honra como para el servicio de su república, a hacerse
caballero andante y desfacedor de todo género de agravios, aunque para ello
hubiera de ponerse en mil peligros.
Con esfuerzo encaminó su juvenil vocación de
músico; con dolor superó la muerte temprana de su compañera Carmen; con
esforzada amargura tuvo que exiliarse; con renovado ánimo formó una familia,
multiplicada en dos hermosos retoños; y con incansable tesón ha continuado y
continúa siendo “madre del cordero”, caballero andante de la Cooperación al
Desarrollo, folklorista anclado a sus raíces e infatigable escritor de
historias que tienen el cervantino propósito de que al leerlas, el melancólico
se mueva a risa, el risueño la acreciente, el simple no se enfade, el discreto
se admire de la invención, el grave no las desprecie ni el prudente deje de alabarlas.
Y pues que tú, querido San Bernabé, a más de
esforzado, fuiste lapidado y coronado con la palma del martirio por incomodar a
los poderes de tu tiempo, ¿qué mejor émulo podrás hallar en estos tiempos
nuestros, tan llenos de injusticias y ultrajes, de representantes que no nos
representan, de burladores de la democracia, de títeres de cachiporra, de
mamporreros del capital… que este tal Jesús Vicente, juglar de guitarra en mano
y grito libertario, tantas veces exiliado y marginado, tantas veces vapuleado
por las aspas de los molinos y las maquilas del poder?
Abogado de causas y guerras perdidas;
desmitificador de “caídos” y exhumador de “tumbaos”; experto en derrotas,
contradiciendo al “Vicente” que lleva por nombre; poeta empeñado en tomar
partido hasta mancharse… el tal Aguirre supo cantar hace cuarenta años a
nuestra tierra, con palabras proféticas sobre las que aún gravita una
condición:
La Rioja existe, pero no es. Si nos unimos, la
hemos de hacer.
Si nos unimos, una condición que a Jesús Vicente, a
los logroñeses todos y estoy seguro que también a ti, querido San Bernabé, nos
gustaría que se cumpliese en nuestra ciudad y en este Salón que Rafael Moneo
diseñó como Mesa Redonda de igualdad y concordia, abierta a la participación
ciudadana.
Y bueno, querido santo patrono. Como ni tú, con
todas tus virtudes, te libras de tener defectos -por algo te llamarán “el
meón”, digo yo-, justo y necesario es que sepas disculpar los que el tal
Aguirre acumula, entre los cuales no son menores el pensar que después de los
Beatles todo es pachanga, y el que le dé por dirigir coros, cultivar tomates en
Nieva, escribir blogs, o empeñarse en el advenimiento de la tercera república.
Y nada más. No otra cosa espero de tu patronazgo
magnánimo que, atendiendo menos a sus faltas y más a sus virtudes -entre las
cuales olvidé mencionar que “sabe latín”-, te dignes in sanctorum tuorum numero
aggregari al aquí presente Jesús Vicente Aguirre, cuya vida guarde el sistema
público de pensiones muchos años.
Y ahora el mio:
Señora alcaldesa, concejales, autoridades y amigos
Me siento honrado al estar hoy aquí en este primer salón de
los ciudadanos de Logroño. Y seguramente estaría bien que comenzara agradeciendo
esta nominación, este honor, a unos y
otros, pero me permitiréis que elija la palabra compartir.
Quiero compartir esta insignia con el esfuerzo que este
salón de plenos alberga y que se traslada igualmente a elegidos y electores, al
esfuerzo de una ciudad volcada hacia el futuro, al esfuerzo de tantos miles de
logroñeses de antes y de ahora, y del futuro también, que intentaron,
intentamos e intentarán hacer cada día mejor nuestra ciudad.
En particular me gustaría compartir también este galardón
con todas las personas que me han acompañado en el recorrido necesario para
llegar hasta aquí. Empezando por Carmen Medrano, sin cuya voz
yo sólo sería una partitura musical, y acabando con Marisa, la madre de mis
hijos, que saben que este título no es hereditario, así que hoy no están aquí
porque siguen laborando fuera y aún más fuera para que la vida les reconozca al
menos como ciudadanos de pleno derecho.
En medio, muchos rostros, muchos recuerdos. Ciudades,
países, personas… Desde la avenida de Colón, el fin del mundo de mi infancia, a
las calles de París, el comienzo de otro nuevo mundo. Desde Rebaño Feliz al
Coro Con dos bemoles. ¡Será por nombres!
Lo comparto también con mi introductor de hoy mismo, y de
tantas ocasiones, del que me honro en ser amigo y compañero, y con el que he
navegado siempre entre documentos, versos y libros, siempre entre papeles. Y
palabras. Y paisajes. No sé de muchos que conozcan Logroño y La Rioja, como
este palentino del mundo. Una vez más, gracias José Manuel por estar tantas
veces a mi lado.
Y también, cómo no, quiero sentirme cerca de todos los
insignes que me precedieron, y en particular de los tres con los que hoy hago
equipo. Un equipo sanitario, educativo, deportivo, solidario y cultural. Qué
cinco patas para un banco universal y cotidiano que hoy siento, y así debo decirlo,
que se tambalea, así que debemos empujar de nuevo y levantarlo por encima de
todo y de todos. Quede dicho.
No voy a extenderme mucho más. Sólo quiero recordar que este
salón, que este edificio, este ayuntamiento, que tantas veces me ha tocado enseñar
a críos y mayores, nació con la democracia. Y que de esa democracia se nutre,
en libertad y en alternancia. Este salón ha acogido ya la formación de diversos
gobiernos municipales. Al frente de ellos se han situado seis alcaldes,
incluyendo a nuestra actual alcaldesa, y detrás de ellos estamos cientos y
miles de ciudadanos que cada día trabajamos y vivimos Logroño.
Ellos, alcaldes y alcaldesa, dejarán por supuesto su nombre
escrito en la Memoria de nuestra pequeña Historia, pero con el tiempo, nadie recordará
con seguridad quién de entre ellos dirigió, ideó o propuso este jardín, esa
plaza o aquella actuación. Porque una ciudad es un proceso, una obra colectiva.
Que se extiende en el paisaje y en los años. Y que hacemos entre todos. Con
diferentes ideas, motivaciones o colores en la equipación. Eso no importa, si
no olvidamos que vamos juntos, vamos juntos, compañero.
Y no estamos “condenados” a
entendernos, sino obligados a hacerlo, llamados a hacerlo. Yo lo creo y
lo siento así. Por eso lo digo. Y es lo último que digo.
Muchas gracias
BUENO, ESTO ES TODO, HOY MUCHA LETRA Y POCA MÚSICA.
SALUD, RESISTENCIA Y ACCIÓN