viernes, 21 de junio de 2013

DE PROCESIÓN EN PROFESIÓN



Hoy, viernes sin verano y casi de paraguas, empiezo con un artículo de la Constitución Española, que es la que más cerca nos pilla a pesar de lo que está cayendo.

Artículo 16
1. Se garantiza la libertad ideológica, religiosa y de culto de los individuos y las comunidades sin más limitación, en sus manifestaciones, que la necesaria para el mantenimiento del orden público protegido por la ley.
2. Nadie podrá ser obligado a declarar sobre su ideología, religión o creencias.
3. Ninguna confesión tendrá carácter estatal. Los poderes públicos tendrán en cuenta las creencias religiosas de la sociedad española y mantendrán las consiguientes relaciones de cooperación con la Iglesia Católica y las demás confesiones.

Lo adelantaba el viernes pasado. Una medalla, como la que nos dieron, no era militar y supuestamente tampoco religiosa. Y digo supuestamente tampoco, porque en realidad sí que algunos de los receptores de la misma acompañan con su insignia, con esta insignia, a procesiones, réquiems y velatorios de contenido religioso. Digo, y repito, con esta insignia, porque es cierto que más de uno de quienes han recibido esta medalla de San Bernabé son por otra parte cofrades de no sé qué cofradía. Y como tales hacen muy bien en cumplir sus estatutos, votos o sueños.
Porque esto no va contra la religión. Ni siquiera contra la católica (es una expresión hombre…). Solo trato de diferenciar lo civil de lo militar y de lo religioso. Mucho más cuando quien se empeña en confundirlo, una y otra vez, es el poder civil al flirtear o abrazarse directamente a símbolos y celebraciones religiosas. Aunque se las llame festivas, aunque se las vista de populares…
Quien lo tiene claro es la Iglesia. Cuanto más, mejor. Y algunos no entienden que cuando los políticos llevan las andas procesionales con una mano, con la otra reafirman el convenio de concertación con, por ejemplo, un colegio del opus de aquí mismo que incumple cualquier norma exigida y exigible. Sólo es un ejemplo, que las noticias del día nos cuentan más y mejor sobre lo que demanda Rouco Varela, acerca de la religión católica en las escuelas o de la nueva ley del aborto.

Por eso estas fotos aquí, con la alcaldesa y concejales del ayuntamiento de Logroño sosteniendo, o apoyando que también se podría decir, al patrón San Bernabé. Agradeciéndole, supongo, su intervención divina cuando fuera, o pidiéndole que lo haga de nuevo en estos tiempos de invasiones financieras tan feroces o más que las de hace siglos.





Y siento no haber encontrado una foto más, donde se veía también a la jefa del grupo socialista del ayuntamiento en la misma labor. Pero me consta. Sobre todo, le consta a ella. Que tendrá sus razones para hacerlo, cómo no. Como las tuvo el gobierno socialista de Logroño, en la pasada legislatura, para reinventar la procesión de la Virgen de la Esperanza, esperando y laborando porque todas las asociaciones de la ciudad la acompañaran en su procesión. ¿Quizá porque una corporación franquista la nombró alcaldesa de la ciudad?

Dejemos a la propia cofradía de esa Virgen que maneje sus intereses y por supuesto que asista a la procesión, y a cualquier otro acto religioso, quien quiera, pero, parece lógico decirlo, por motivos religiosos.

Este es un tema eterno, como la noche de los tiempos, como los años que llevamos laborando por conseguir esa separación de Iglesia y Estado.

Yo no sigo, pero le dejo el espacio a Julián Casanova. Este artículo lo ha publicado esta semana en su feisbuk:

Ahí sigue el Concordato con el Vaticano, sesenta años después.
En agosto de 1953, el Gobierno de Franco firmó un nuevo Concordato con el Vaticano. Franco se apresuró a describir a España como «una de las grandes reservas espirituales del mundo».
De los numerosos privilegios y poderes que ese Concordato otorgó a la Iglesia española destacaba la provisión por el Estado de las necesidades económicas del clero y la obligatoriedad de que en todos los centros docentes, estatales o no, la enseñanza se ajustara «a los principios del dogma y de la moral de la Iglesia católica». La propaganda de la dictadura lo contempló como un triunfo tanto para la Iglesia como para el Estado porque, en palabras del propio Franco, no cabía «en una nación eminentemente católica como la nuestra un régimen de separación entre la Iglesia y el Estado, como propugnaban los sistemas liberales». La sumisa identificación de la Iglesia católica con Franco alcanzó en ese momento su cenit. El papa Pío XII le concedió poco después la Orden Suprema de Cristo, la Universidad de Salamanca le dio el título de doctor honoris causa en derecho canónico y los obispos españoles reprodujeron las loas y adhesiones incondicionales que habían iniciado con la guerra civil.
Franco ya no está, es obvio, afortunadamente, pero ¿cómo es posible que todo eso esté vigente todavía, ahora que se van a cumplir 60 años? Claro que ya sé qué es lo que van a pensar muchos, siempre a vueltas con las famosa frase: "con la que está cayendo". Y usted con esas cosas. Pues nada, que dure otros sesenta.
Julián Casanova

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