viernes, 5 de octubre de 2012

MAESTRO...


Lo he empleado muchas veces, y quiero seguir haciéndolo. Así que empiezo con este poema de Machado:

“Oh sí, llevad, amigos,
su cuerpo a la montaña,
a  los azules montes
del ancho Guadarrama.
Allí hay barrancos hondos
de pinos verdes donde el viento canta.
Su corazón repose
bajo una encina casta,
en tierra de tomillos, donde juegan
mariposas doradas...
Allí el maestro un día
soñaba un nuevo florecer de España”.
Antonio Machado, a Don Francisco Giner de los Ríos.

Y es que hoy escribo sobre maestros. Ni más  ni menos. Maestros de aquí y de allí, gente normal, culta generalmente, vocacional y entregada a su trabajo en su gran mayoría. Maestros, casi casi, me dan ganas de escribirlo así, MAESTROS, con mayúsculas. Aunque hayan perdido el predicamento romántico y hambruno de principios del siglo pasado. Y en parte, esa autoridad que ejercitaban en nombre y delegación de las familias. En una época en que nadie discutía que la “letra con sangre entra”, muy cercana a esa otra concepción filosófica y vivencial de que “quien bien te quiere te hará llorar”.
Muchas generaciones aguantaron, aguantamos, collejas de padres y maestros sin rechistar y sin rencor. Y no digo que agradecidos porque tampoco es eso, y sobre todo porque muchas cosas habría que cambiar respecto a las actuales relaciones familiares y escolares, pero precisamente y seguramente la ausencia de una violencia manifiesta en ellas es ya un logro para la historia. Nada que ver, por cierto, con esas denuncias incalificables de algunos padres a maestros acusándoles de haber puesto la mano sobre sus hijos. Y poner la mano no significa ni es lo mismo que pegar a los alumnos. Puede ser reconvenirles o llamarles la atención, con razón generalmente, para justamente evitar alguna actitud negativa o incluso violenta de los chavales. Como miembro de asociaciones de padres y madres en los diferentes centros de estudios de mis hijos, he visto situaciones y actuaciones increíbles e incalificables por parte de algunas familias que no querían ver la viga y el diluvio que venían en los ojos y actitudes de sus hijos. A algunas de esas familias sé que luego se les vino todo encima, y de qué manera...
Ciertamente también hay, puede haberlos, maestros y profesores de armas tomar. No sólo respecto a sus alumnos, muchas veces también, y todos lo sabemos, respecto a sus propios compañeros de claustro.
Pero los más, lo decía, hacen gala de entrega y vocación, cada día. Y merecen no sólo nuestro respeto, también nuestro apoyo. En su quehacer diario y en la lucha por mejorar sus condiciones de vida y trabajo. 

Por eso, hoy me interesaba más mirar hacia el futuro de los maestros, de la enseñanza. Nada halagüeño por cierto. Y me refiero ahora y fundamentalmente a los recortes que con alevosía pero a plena luz del día, vienen perpetrando los últimos gobiernos de este país. Gobiernos, unos y otros, que ni siquiera han sabido discutir y pactar en los últimos 30 años una Ley educativa digna de tal nombre, que no fuera necesario anular y rehacer en cada legislatura.
Pero en lo de los recortes, justo es reconocer al Partido Popular su particular olfato y empeño por conseguir una sociedad menos pública, social y solidaria. Y así quieren acabar con las patas de ese banco con minúscula que soportaba lo que veníamos llamando Estado del Bienestar. Quieren acabar con todo, desde la sanidad a la educación públicas, pasando por los servicios sociales, los derechos de convenir sueldos y condiciones laborales, o incluso con el derecho de protestar en la calle ante tanto recorte, tanta mentira, desfachatez e inmoralidad.
Protestan estudiantes, mineros y trabajadores en general (y la respuesta es siempre contundente, a base de porras y pelotas de goma). Protestan y se encierran los maestros. Crece la marea verde en busca de otro futuro para la educación pública, de alternativas posibles ante tanto borrego gubernamental aquí en la tierra como en el cielo, en Madrid o Logroño sin ir más lejos.
Y se empeñan, los del PP, en que no pasa nada. Que todo está bien, y que las medidas que tratan de imponer son para mejorar la calidad de la enseñanza. Ni siquiera son capaces de reconocer que no es así. Que, vale, podrían argumentar, no es lo mejor, pero no tenemos más dinero, no tenemos otro remedio. Sería discutible, pero no. Insisten en que así mejora la enseñanza, que todo lo tienen controlado.
Por ejemplo, disminuyendo el número de profesores (echando a interinos o no convocando nuevas oposiciones). Aumentando el número de alumnos por clase (¿hay algo más social, deben pensar, que juntar a ochenta donde caben -y pueden ser atendidos- 25?) Por supuesto, a los maestros, como buenos funcionarios, se les baja el 5%, se les quita la paga de Navidad, pierden su derecho a discutir y hacer cumplir convenios, etc. Incluso se les toma el pelo, a ellos y a toda la Comunidad educativa, inaugurando cursos en los que faltan nombramientos de profesores.
Por no recordar la apuesta continua, traducida en euros, de las autoridades educativas por la enseñanza privada o concordada. Y si la justicia dictamina que no merecen ayudas, ellos se las dan. Alcaste, por ejemplo.
Y los dirigentes peperos se rasgan las vestiduras porque maestros y sindicatos se suben a las paredes, más incluso, saltan las escaleras del Sagasta, se visten de verde, se encierran y dicen que no les van a callar. 
Así es. No les van a callar. No nos van a callar.

Quiero acabar confesando algo. Di clases de música durante dos años en la Universidad Popular de Parla, Madrid. Dejé muchos y buenos amigos, alumnos la mayor parte. Y me siguen llamando y escribiendo. Y su encabezamiento todavía me emociona. Solo es una palabra: Maestro...
Pues va por ellos. Por los maestros. Mi solidaridad y mi voz también. En forma de poema:
 
LAS VOCES TODAS
Tendrás que elevarla un poco
pero no te escucharán.
Inténtalo de nuevo,
ahora grita más;
no te escucharán.
No importa, tú insiste,
ponte de pie, reclama atención,
grita otra vez.
Nada, no te escucharán.
Están sordos, no te desanimes,
no puedes dejar de hacerlo,
grita de nuevo, si no,
¿para qué la voz?

3 comentarios:

  1. Gracias, maestro en nombre de otro y de otros maestros.

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  2. Gracias, como alumno y padre y... persona.

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  3. Así nos va con esta clase política protagonista de "calidad" en educación. Gracias

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