Cada día resulta más difícil
rasgarse las vestiduras cuando uno escucha a los ministros de Rajoy (o al
propio Rajoy claro está). Sus ex-abruptos, salidas de tono, chascarrillos y
propuestas o componendas son absolutamente impresentables. Y, por desgracia, su
entrega a la causa de la desilustración y del palo y tentetieso aún no ha
tocado techo. Se crecen en el castigo, como dice Werth, o se encomiendan a la
Virgen del Rocío para que les resuelva lo que ni siquiera saben planificar.
Y así, otra Ley de educación. El
árbol de la ciencia que nace de nuevo sin consenso, con las ramas perdidas en la selva del lenguaje y
las raíces flotando entre las estadísticas del fracaso escolar que nunca cesa.
Y la Iglesia frotándose las
manos. Llevándose el gato al agua de la
pila bautismal. Manteniendo privilegios económicos, sociales y educativos que
para sí hubiera querido el Concilio de Trento. Acabando, mira que les ha
costado, con cualquier atisbo de educación ciudadana para todos. Para todos,
creyentes o no creyentes.
Una de valores comunes, que unos
y otros tanto echamos en falta. Tanto necesitamos. Pero comunes, humanistas y
espirituales por supuesto, pero comunes. Espirituales por supuesto, pero no
necesariamente religiosos.
Nada, no ha sido posible. Las
cosas claras y el chocolate espeso, y por la tarde, como les gustaba a los mosenes
y párrocos, después de la siesta. Religión para los que quieran, ética para los
demás.
Mientras, dormirá el sueño de los
justos, gracias a tanto injusto, la posibilidad de llevar, de una vez por
todas, la educación religiosa a las iglesias (a las diversas iglesias,
mezquitas y sinagogas incluidas, que otras religiones, más allá de la única y
verdadera iglesia católica, haberlas haylas).
No vale la pena razonar.
Proponer, por ejemplo. ¿Que usted quiere educar a sus hijos en la fe de sus
mayores? Pues a la parroquia, a la mezquita o a la sinagoga, con tiempo y
espacio para ello. ¿Que no contento con ello usted aspira a que eduquen a sus
menores en un entorno más cargado de incienso? Pues busque su lugar en la
educación concertada, que, como la pública, la pagamos entre todos. (Y si va
directamente a la privada, debiera ser cosa suya, pero no se preocupe, estos
meapilas acabarán pagándosela también).
Ciertamente las propias creencias
del hombre han ido variando a lo largo de la historia. Y muchas se han visto
arrumbadas por la rebelión del hombre sobre Dios, al menos sobre la idea
obligada de Dios. Por la no aceptación, en ocasiones, de esas religiones “oficiales”,
convertidas a través de interesados y conveniente mensajes en dogma y doctrina
por los representantes en la tierra de Dios, de tanto Dios. Y en otros casos,
cada vez más frecuentes, por la separación entre Iglesia y Estado, entre
religión y ciudadanía, en la esfera de lo social y lo político. En lo privado
cada cual tiene derecho a pensar lo que quiera, y si cree que sus posiciones o
reflexiones religiosas o filosóficas son trasladables a la vida común que las
proponga, que las defienda. Que jamás las imponga. O lo que aún es peor, que no
las de por impuestas, porque así fueron las cosas en otras épocas, cuando, por
cierto, las tinieblas se encendían con las hogueras de la Inquisición.
Y a eso, a la separación Iglesia
y Estado, no renunciamos muchos, ateos, agnósticos y creyentes. En contra solo
tenemos los restos de una Iglesia, la católica en este caso, que tampoco
renuncia a sus privilegios y tinieblas, sostenida por unos cuantos corifeos que
mantendrán apoyos y creencia mientras consigan réditos electorales. Tienen
fuerza, desde luego, tienen fuerza.
En este nuestro país, hubo
intentos porque las cosas no fueran así. Especialmente en aquella República del
31 donde a pesar de claroscuros significativos alguien señaló que España dejaba
de ser católica. Muchos, interesadamente, no lo entendieron. Porque en España
seguía habiendo católicos, solo que ya no era un país católico, como tampoco lo era ateo, ni
de derechas o de izquierdas. Era un paisaje donde para caber todos tenían que
quedarse fuera del marco los apellidos de cada uno
Y luego la cruzada, el estado
procesional, bajo palios incluidos, “la eternidad eterna, de una noche sin
dormir”…
Y aquí estamos, aguantando a los
cruzados de la gaviota. Y después de dos gobiernos del Partido Socialista
Obrero Español que ni siquiera ha sido capaz de intentar ir acabando con tanto
privilegio y tanto concordato. Con Zapatero que se guardó en el cajón una Ley
de Libertad religiosa anunciada, con Felipe González que tuvo en sus manos
recuperar 200 años de historia…
(Después de todo esto, sólo se me
ocurre escuchar, y por eso os la pongo también, una canción de Lennon, que se
atrevió a decir por cierto, que en esta vida, que en este mundo, hay algunas
cosas tan importantes, o más que Jesucristo…Y, de alguna manera, lo dejó
escrito después de Imaginarlo…)
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