viernes, 11 de enero de 2013

LAS ESCULTURAS, ¿DÓNDE ESTÁN LAS ESCULTURAS?

En esta semana última he tenido acceso a un relato sin publicar de Dashiell Hammett, uno de los pilares de la novela negra americana, verdaderamente interesante.
Por su parecido con un reciente caso ocurrido en nuestra ciudad me he tomado la molestia de traducirlo del inglés cambiando únicamente el nombre de la ciudad donde ocurrieron los hechos que se narran, que así pasa a ser el de Logroño, por no ir más lejos.

La acción comienza en esa ciudad algunos meses antes de las elecciones municipales y cantonales (¿o eran regionales, quizá autonómicas?), pero en realidad, el fondo de la cuestión venía de más antiguo…
Según relata el agente de la Continental al frente del caso, resultó que con el fin de promocionar más si cabe las virtudes turísticas y especialmente enoturísticas de la ciudad, Logroño en la ficción, el Ayuntamiento de esa ciudad encargó a la empresa NEW EXPRESSION (traducida al español podía ser Nova Idea) la realización de unas esculturas en hierro fundido que parecieran parras al uso o uvas para usar y tirar.
Continúa el agente, al que llamaremos Bogart para simplificar, que los de NE/NI transmitieron el encargo, subcontratar se llama, a otra empresa, llamada JAZZ GROUP (que traducido al español sería Grupo de Jazz pero sin instrumentos).
Esta última empresa recibió el pago estipulado, algo más de 60.000 dólares y las esculturas, o lo que fuera aquel amasijo de hierros retorcidos, se acabaron y expusieron en sus almacenes.
Le consta a Bogart, recuerden, el agente de la Continental, que desde el Ayuntamiento se envió un camión a recogerlas con tan buena fortuna que al no caber en su interior, se volvieron por donde habían venido. Y así se quedó la cosa. Las esculturas pagadas pero sin recoger, quedaron esperando una mano de nieve o quizá otro camión, más grande eso sí, que más que despertarlas simplemente se las pudiera llevar.

Y hete aquí que llegan, como decía al principio las calendas electorales. En esos momentos gobernaba la ciudad una coalición de izquierdas y cantonales (por entendernos, como si hubiera sido el PSOE y el Partido Riojano entre nosotros). Y planeaban su asalto al poder las huestes del tea party (Partido Popular y nos situamos todos). Como luego han reconocido desde el partido de la derecha (una vez conseguido el poder), pero recuerda Bogart que hasta ahora no habían dicho nada, sus dirigentes se reunieron con los NE/NO para comentar algunas vicisitudes relativas a sus tratos o negocios y, posiblemente, a las elecciones cada vez más cercanas.
Pero, sigue el informe de Bogart, la reunión decisiva se celebra en los locales de la empresa que todavía almacena las esculturas, entre sus directivos y dos conspicuas (insiste mucho Bogart en lo de conspicuas) concejales/as de los Populares del Te aún en la oposición.
Y, mano de santo, a renglón seguido, las esculturas desaparecen. Y esa misma semana se denuncia, por parte de los Populares del Te, que el todavía equipo de gobierno ha pagado unas esculturas que nadie sabe si se hicieron o no y que desde luego no están en ninguna parte.
¿En ninguna parte? se pregunta Bogart. Qué cara más dura añade. (Dashiell Hammett en una nota a pie de página dulcifica el juicio de su protagonista y añade lacónicamente: esto es América –Logroño en la ficción, recuérdese-).

¿El desenlace? Mientras las esculturas de marras, secuestradas al menos y puede que maltratadas, gimen su impotencia enoturística en algún almacén perdido en las montañas del medio oeste, esperando que un Dylan cualquiera las rescate al menos hipotéticamente en alguna de sus baladas, los del tea party (que también podemos traducir, de forma laxa, como populares de rajoy) ganaron las elecciones sin despeinarse (imagínense qué imagen).
El agente Bogart pone su grito en el cielo: ¿pero no decían que los malos siempre pierden? Y él solo se enciende, ¿cómo no han ganado los buenos? (Hombre, añade sabiamente como siempre Dashiell Hammet en su nota a pie de página, si debieran ganar los buenos buenos, así, taxativamente, no ganaría nunca casi nadie. Pero apostilla: donde las dan las toman y esto no ha hecho más que comenzar).

Y ahí acaba el capítulo que remite, claramente como se ve, a alguna continuación que al día de hoy desconozco. Pero me comprometo a seguir el tema de cerca, así como las andanzas del bueno de Bogart en este feo y sucio asunto…

(Os dejo una escena de tener o no tener –las estatuas- para que sigáis de cerca la investigación de Bogart y sus relaciones con una de las presuntas informantes. Aclaro que lo de presunta no es ningún insulto. Lo que no he podido descubrir todavía es la relación del silbido con las estatuas desaparecidas, pero quién sabe…)


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