viernes, 15 de marzo de 2013

PARÍS CON AGUACERO


Es cierto. Cuando escribo sobre París, o simplemente, París, le añado al menos mentalmente, lo de “con aguacero”.
En realidad no es que siempre esté lloviendo en París. Mucho menos a base de aguaceros, con inundaciones y tormentas. Ni siquiera se tiene miedo a que las aguas del Sena puedan anegar la isla de la Cité y arrastren con ellas a Nôtre Dame y a su jorobado de toda la vida. Y de toda la muerte.
Porque lo que César Vallejo anuncia, más que un simple aguacero, es su propia muerte, cuando escribe:

Me moriré en París con aguacero,
un día del cual tengo ya el recuerdo.
Me moriré en París -y no me corro-
tal vez un jueves, como es hoy, de otoño.
Jueves será, porque hoy, jueves, que proso
estos versos, los húmeros me he puesto
a la mala y, jamás como hoy, me he vuelto,
con todo mi camino, a verme solo.
César Vallejo ha muerto, le pegaban
todos sin que él les haga nada;
le daban duro con un palo y duro
también con una soga; son testigos
los días jueves y los huesos húmeros,
la soledad, la lluvia, los caminos…
(Piedra negra sobre una piedra negra, en “Poemas Humanos”)

Y es que al aguacero de César Vallejo a mí ya me inundó hace mucho tiempo. Desde que lo conocimos. Debió ser en 1971 o 1972, cuando apareció por Logroño Mariano Casanova, poeta peruano, como Vallejo. Nos llegó de la mano de Javier Pérez, buen amigo y buen poeta, y los dos nos propusieron a los del Rebaño Feliz que musicáramos y recitáramos la poesía de César Vallejo. Aquello fue muy bonito, didáctico y entrañable. Lo primero de todo porque supimos de la obra de Vallejo, su vida en Perú, su militancia comunista, su viaje a la URSS, su amor a España, su muerte en París. Luego, porque pudimos darlo a conocer en una actuación memorable de la que muchos guardamos un venturoso recuerdo.
Entonces fue cuando puse música y cantamos uno de los más grandiosos poemas que yo haya conocido en mi vida, “Masa”. Quizá porque sentí, escuché y vi venir a los “veinte, cien, mil, quinientos mil, clamando <Tanto amor y no poder nada contra la muerte>”… (Luego, muchos años después, seguía viéndolos y escribí sobre ello y sobre ellos).

Estaba también su elegía a Pedro Rojas “de Miranda de Ebro, padre y hombre” que “solía escribir con su dedo grande en el aire: <Viban los compañeros>”, con esa b enorme, de ferroviario y “de buitre en las entrañas”.
Y esa tremenda premonición con la que cerraba el libro “España, aparta de mí este cáliz”:
“Niños del mundo,
si cae España –digo, es un decir-
si cae…”

Cuando Vallejo murió en París en 1938 el aguacero que se lo llevó venía de España, a punto de caer...

Os dejo “Masa” en dos versiones. La primera recitada. Enorme.
La segunda cantada, ¿qué puedo decir? No sé quién hizo el montaje, pero bueno, se escucha muy bien.
Vallejo y salud.



4 comentarios:

  1. Me emociona Vallejo y me ha emocionado esa canción. Muchas gracias, Jesús, por rescatarla.

    ResponderEliminar
  2. Hay otra "Masa", recitada por "Los Calchakis", que empalman en el disco con el poema de Nicolás Guillén: "La Muralla". Ese fue mi primer contacto con el camarada Vallejo, luego vino "Trilce" y las palabras emocionadas de "España, aparta de mí este cáliz". Por fortuna César Vallejo sigue vivo en memorias como las nuestras. Gracias Jesús por recordarlo junto a París.

    ResponderEliminar
  3. Vallejo siempre. 'Masa', para siempre. Las dos interpretaciones estremecen.

    ResponderEliminar
  4. Emocionan porque son auténticos, y el compositor de la música también. (Es que hay cariño, hasta en la discrepancia:)

    ResponderEliminar