La verdad es que los franceses no han vuelto a Logroño, así
en plan de arrodearnos, desde 1521. Entonces salieron trasquilados y se
mosquearon aún más cuando supieron que la raíz de la resistencia logroñesa
había descansado más en los peces del Ebro y el vino tinto de sus gentes que
por entonces no era de Rioja sino solo de vino, que en las armas y gritos de
¡San Bernabé y cierra España!
Aquella victoria de todos (ya que todos ganaron: los
logroñeses porque hicieron retirarse a los franceses; los franceses porque una
retirada a tiempo siempre es una victoria), aquella victoria decía, sí originó
una celebración ciudadana que mantuvo siempre como enseña, la bandera, los
peces y el vino.
Luego llegó la autonomía con otra bandera y más
celebraciones. Y la semana de San Bernabé con Día de La Rioja incluido, se
convirtió en un puente de plata para zambullirse en los hoteles de Salou y
aledaños. Mientras, el Ayuntamiento de Logroño pedía a sus ciudadanos que se
quedaran y reñía a los que desertaban de sus fiestas “emblemáticas”,
reconocidas ya como de interés turístico regional, a falta de conseguir el
reconocimiento nacional y como me dice quien lo sabe, con el galáctico a punto de caer.
Así las cosas, los franceses, tan suyos, van arrimándose
poco a poco, ahora de turistas, de uno en uno o de dos en dos. Y en son de paz,
salvo en lo deportivo, que ya se sabe que la envidia es mala consejera, y en lo
económico, que ahí es nada lo que batalló el Sarkozy con la Merkel, primera de
España y quinta de Alemania, para hacernos la vida imposible. (Menos mal que
Hollande es otra cosa. Si no fuera porque es socialista, o socialoquesea, ya
veríamos cómo los del pepé logroñés lo traían aquí al frente de las tropas
francesas para recrear su victoriosa derrota).
Claro que esto de las recreaciones, de las alabardas
ciudadanas y los “revellines”, se debe al empuje reciente de algunos munícipes
que se empeñaron en revisar, reinventar en ocasiones, la mítica historia
lugareña, con voluntarios a porrillo, degustaciones a mansalva y tomas y dacas
de espadachines patrios y foráneos.
Y de ahí gallardetes y arcabuces. Todo de guerra, aunque de
mentirijillas. Y mercadillos, tabernas y tabernarios, cosa del comer y del beber,
que es de lo que se trata por aquí, desde mucho antes, por cierto, de que no se sabe
quién, ni por qué ni por cuánto, nos encasquetera el título de ciudad
gastronómica por excelencia, que es un título que da más juego eso sí que lo
que hubiera representado ser, por ejemplo, ciudad o capital cultural, o de los
derechos humanos o de las tres culturas...
Pero aquí nos conformamos con el ondear de oriflamas, gallardetes y estandartes, y hasta la alcaldesa, con permiso de su mentor y en recuerdo de tanta y tan sublime historia, le da tres pasadas al pendón de la ciudad en sus puertas y ventanas. Con la de pendones que hay por ahí...
Por lo demás, unos por aquí y otros por allá. Y en el centro, el Espolón.
(Buscaba una canción que ilustrar nuestro comentario de hoy,
cuando recordé uno de los sainetillos de Vaya Semanita dedicados a Logroño. Y
en el que se verá que la búsqueda de nuestra ciudad puede ser tan difícil como
la del santo Grial, eso sí con alguna pincelada francesa, Y es que estamos
donde estábamos. Nos tienen arrodeados. Los franceses, claro).
SALUD Y RESISTENCIA
VAYA SEMANITA VACACIONES A LOGROÑO
Y mira ahora, nos tienen arrodeados los franceses, los alemanes, ..., ..., ...,
ResponderEliminarMuy bueno tu escrito (y el vídeo).