La justicia argentina (una justicia que por cierto condena a
Videla y a otros prebostes de la dictadura; ¡coño!, permitidme que a esa
justicia, y no a otras, la trate con mayúsculas), la JUSTICIA argentina, decía,
confirma que aquél país puede usar La Rioja como denominación de origen para
sus vinos.
Rioja Argentina, claro está.
Si esto es así, debemos suponer, además, que los nacidos o
residentes en la citada Rioja argentina pueden, a su vez, ser considerados
riojanos además de argentinos, teniendo en cuenta, por otra parte, que sobre
este extremo no se ha querellado todavía el Consejo Regulador de denominaciones
tribales, línea Rioja de España y parte del extranjero.
Así que recapitulando resulta que...
La Rioja Argentina existe, con ese nombre, no tanto por una
casualidad, sino por el deseo de algún “conquistador” despistado que sin
calibrar el berenjenal que organizaba, se limitó a poner a aquellas tierras
pobladas por indios diaguitas y otros aborígenes, el susodicho nombre de Rioja.
Según se cuenta era por el año 1591, realmente cuatro siglos antes de que la
Rioja de España, que sí existía pero no era, fuera nombrada igualmente como La
Rioja, pasando como decimos del existir al ser. (O según se mire, del ser al
existir).
El responsable de aquella decisión, de 1591, fue Don Juan
Ramírez de Velasco, natural de Estollo en el Valle de San Millán, que fundó por aquellos pagos la ciudad de
Todos los Santos de la Nueva Rioja, donde a renglón seguido y acompañando al
idioma castellano (tan de Valle y tan de San Millán)
sembraron, entonces o más tarde, cultivos y costumbres variadas que mezcladas
con las anteriores, aún se conservan.
Léase, por ejemplo, el cultivo de la vid.
(Curiosamente, en la Rioja argentina también se han
encontrado restos de dinosaurios, aunque no sabemos si éstos también han de
batallar con la Rioja española su denominación de origen).
Ocurrió después que
Argentina se independizó del fiero león ibérico y con el paso del tiempo
como no pudo conquistar las Malvinas, se zampó a la Repsol (que más que una empresa de españoles, es, me
parece a mí, una empresa con dueños, socios y asesores de medio mundo a los que España y Argentina les importan un pito, dos todo lo más). Entre
unas cosas y otras, nos traspasaron a Messi para disimular. Todo un detalle.
Y así, desde su tierra riojana (Famatina, Chilecito, Talampaya, Rioja capital, la ciudad de todos los santos, de todos los azahares...),
Argentina nos embida a pares con sus vinos llamados (¡anda la osa!) de la
Rioja.
Qué bollo para el de Estollo. Todo se habría arreglado si a
aquella tierra la hubiera bautizado, por ejemplo, como Canadá, o Whasington,
incluso podía haberla llamado simplemente Alberite. Habría otros líos, seguro,
pero no éste, el de los vinos de Rioja.
O también, puestos a cambiar la historia, en vez de plantar
viñas se podían haber llevado melocotones o albérchigos, que es además una
palabra preciosa sobre la que nuestros rectores políticos y económicos no han expresado afán exclusivista alguno.
De momento.
Hubo unos años, coincidiendo con el hermanamiento de La
Rioja Argentina con la ciudad de Logroño, en los que se dieron a conocer
públicamente no sólo sus imágenes y folklore, sino también sus productos
comerciales, vino incluido. Y un importante centro comercial, el único
existente en Logroño en aquellos años, fue escaparate de todo ello. Lo que se
vio entonces como una actividad entre hermanos, positiva y luminosa, se quiere
convertir ahora en batalla económica, guerra incluso, entre marcas,
denominaciones y regiones. Entre sus gentes quizá.
Ya no valen las palabras: yo, vino de Rioja -española-, tú,
vino de Rioja -argentina-. Ahora hay que morir o matar. Acabar con las
botellas, de un lado u otro.
Yo prefiero descorcharlas todas (reconociendo, eso sí, que
me gusta más y me parece mejor nuestro vino de aquí, pero eso es algo que ya lo
irán definiendo los “mercados”, tan listos e internacionales como son; dejando
también un rinconcito para el gusto de cada cual). Y escuchar, por ejemplo,
música de ambos lados. Aunque en este caso os propongo hacerlo con el comienzo
de una cantata preciosa dedicada a la Rioja (argentina)
Es el canto fundacional. Y ahí están, entre otras, las
guitarras y voces de mis buenos amigos, argentinos ellos, riojanos ellos, Luis
Chazarreta o Pancho Cabral.
Y luego, os propongo aún más, buscar en youtube ejemplos de
chayas riojana. Toda una historia (en vez de histeria), toda una música (en vez
de guerra).
Salud, resistencia y acción.
¿Vihte?, con los viajes que ha hecho nuestro "Presi" por allí...
ResponderEliminarCon los tiempos que corren, se agradecen estos escritos, con guiños y con humor.
El título te lo has trabajado mucho:)
El canto fundacional cuando empieza la zamba no se puede aguantar de bueno.
¿Sabés que el primer vídeo no se ve?, aunque imagino cuál es.
Somos una máquina de inventar conflictos. Que cada uno beba lo que quiera y mire la botella antes de comprarla.
ResponderEliminarAunque, por otra parte, habría que analizar mucho lo del comercio internacional innecesario y sus consecuencias económico-ecológicas.
Hablando de Argentina, pongo por caso la comercialización de las cerezas de allí en el invierno de aquí.