jueves, 17 de mayo de 2012

QUINTÍN, QUINTÍN CABRERA

Hace unos días me recordaba Moncho el “Seré curioso (¿de qué se ríe señor Ministro?)” de Quintín Cabrera-Benedetti. Y claro, yo que tenía la idea de dedicar un blog al bueno de Quintín, empecé inmediatamente a prepararlo.
Hablamos de Quintín, Quintín Cabrera.
Lo conocí hace muchos años, en su casa de La Floresta, entre la madera que trabajaba, las canciones que componía y su mundo hecho de Uruguay, España y Cataluña. Era un mozarrón. Yo creo que es al único uruguayo al que nunca hemos podido llamar “flaco”.
Cataluña, Aragón, La Rioja, Madrid… Compartimos escenarios, esperanza, compromiso, penurias y alegrías. Una vez, recuerdo…

Fue el 26 de diciembre de 1976, si no me equivoco el mismo día en que se reponía la estatua de la Libertad en Cenicero. Quintín Cabrera no tenía ni idea de aquello. Llegó a Logroño ese mismo día, para cantar con nosotros, Carmen, Jesús e Iñaki, en algunos pueblos riojanos. Empezamos esa misma tarde en Albelda. Tras la actuación, como en tantas ocasiones, cenamos con los organizadores amigos en una bodega. le contamos a Quintín lo que ocurría en Cenicero, lo que había significado esa pequeña estatua de la Libertad. Y así, hablando del tema, se nos ocurrió pasar a verla. Y eso hicimos. Serían las dos o tres de la madrugada cuando Quintín Cabrera, nuestro amigo madrileño Cástor, escritor y poeta, y nosotros tres, aparcábamos en la plaza de Cenicero donde desde ese mismo día, podíamos volver a ver la siempre pequeña, pero ahora grande y mayúscula en muchos sentidos, estatua de la Libertad. Eso fue todo. Casi todo. Al poco tiempo nos llegó una carta de Quintín. “He compuesto una canción para la estatua de Cenicero”. Así fue. La compuso y la grabó.
Aún tuvimos la suerte de volver a Cenicero, en el centenario de su Libertad, con Labordeta, que cantó su Himno y Quintín, con su canción homenaje a la pequeña estatua (¡qué bien le acompañaron Elisa y Elena, por cierto, sin ensayar!). Y como ya no estaba Carmen, fue nuestro grupo de siempre, el Rebaño Feliz, quien completó la terna. Todos cantamos más que a la estatua, que también, a la Libertad.
Y todavía, aunque algunos se van yendo, quedan voces y canciones. Y si nos empeñamos y empujamos los que seguimos en estos prados, habrá un día en que todos...

Vuelvo al principio, y es ya el final. Os dejo el último poema de Quintín, su despedida (parte médico y de guerra) que no quería ser despedida. Y las dos canciones. “Seré curioso”, un poema de Benedetti por el que no ha pasado el tiempo, y su canto a la Libertad (de Cenicero y del mundo entero). 
Hay más. Hay mucho más Quintín. Canciones y resistencia. Buscadlo con SALUD.

Parte médico y/o de guerra
Yo deseaba que este “parte”
-que ya es el número diez-
anunciara de una vez
la operación y, con arte,
explicaros el descarte
del pulmón que ya no vale,
que se acabaron mis males
y el futuro viene rosa.

Pero hay que esperar, la cosa
no da para euforias tales.
Para mejor, gradualmente,
soy más planta que persona
paso sentado y la zona
de los glúteos lentamente
se ha transformado en un ente
rebelde y con vida propia.

Mis sentidos, en la inopia,
no puedo ni caminar
y no hablemos de cantar…
No soy yo, soy una copia.
Este año empieza mal.
Veremos si bien acaba
y brindaremos con cava
si llegamos al final.

Yo sigo siendo un chaval
pues ya perdí veinte quilos.
¡Sin dietas! Estén tranquilos
porque a nadie recomiendo
que pierda peso sufriendo.
Las tragedias, para Esquilo.
Como ven, ya ni me quejo
¿de qué me voy a quejar?
porque es hablar por hablar
recibir o dar consejos.
Ya llegué a bastante viejo
(aunque quiera vivir más)
en este mundo jamás
sabemos cuánto duramos
la vida nos la jugamos
frecuentemente, además.

Así trascurren mis días
más que abatido, aburrido.
Me canso, pero no ha sido
porque me falte alegría
es porque esta pena mía
de vivir con poco fuelle
me ha hecho acatar las leyes,
a no ser indiferente.
y oxígeno dependiente
más tranquilo que los bueyes.

La doctora está confiada
-eso vale un Potosí-
pero, Amigos, sigo aquí
y nunca me pasa nada
sólo espero una llamada
y el teléfono no suena.
Tengo la cabeza llena
de teorías delirantes
esperando que un donante
me libre de esta condena.

De momento, he aprovechado
para arreglarme los piños
y comprobar el cariño
que mucho me han demostrado
mis deudos. En todos lados
me han tratado con sincera
amistad, que reverbera
como un sol donde se exponga.
Y aquí acaba su milonga
su amigo Quintín Cabrera.









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