viernes, 26 de abril de 2013

¿SE ACABAN LOS LIBROS?


Un libro se puede comprar, caro o barato, también hay quien lo roba pero eso no es aconsejable ni elegante. A comprar. En librerías de barrio o con más campanillas, en almacenes o supermercados de todo un poco, en librerías de viaje o en mercadillos al aire libre (en el puesto contiguo a los zapatos de ocasión). También en las presentaciones de libros, de forma obligatoria o casi según el compromiso o cercanía al autor. Lo cual está bien, porque puede que el libro sea bueno, y ya está. Y si no es así, al menos le das una alegría al amigo, que además de escribir libros, también los vende, alguno por lo menos.

Porque esa es otra, detrás de los libros están los autores. Los hay doctos y de oído, serios y cachondos, toda una torre de babel circunstancial e idiomática, con sus traductores al lado. Incluso hay quien vive de lo que escribe. Que puede ser novelas de ficción, a veces con ribetes autobiográficos, cuentos, ensayos, libros de historia, filosofía, ciencias exactas o de andar por casa, catecismos y otras brujerías. También están los poetas-poetas, poetas comme il faut, y los que sólo escriben poesía.

La pirámide de libros y autores, acaba con las editoriales. Las hay de mucho pedigrí, otras que justo sobreviven, regionales y nacionales, no falta algún trust internacionalista. Algunas compran obras, y si pueden, autores. Otras solamente compran, y copan, los premios literarios. También las hay decentes. Y una que siempre ha sido básica y primordial: el libro fundamental y necesario, único en todo caso, que se edita el propio autor.

Y ahora están los interneses. Ahí se cocina de todo, escribe quien quiere, pero es cierto que también los demás podemos leer lo que queremos. Hay autoedición con marketing incorporado a la espalda del correo electrónico, la página web o el facebook, que viene a ser un “cara libro”, o sea, cualquier cosa, pero con libro. Luego están los libros electrónicos, e-books o libros digitales. ¿La tumba de Gutemberg? ¿El final de los libros de hoja y papel?

No creo. A pesar de todo, sobrevivirá este mundo medio roto, junto a los libros de papel, un poco tocados, y los niños de carne y hueso, cada vez más perplejos y expectantes.

Así que (como iniciaba “Antes de que suene el primer vals”):

            Se me ha roto el silencio,
            una vez más.

            No se han apagado las estrellas,
            un año más.

            Alguien debería contarlo:
            un libro más.


(Y como prueba de todo lo anterior, la semana siguiente seguiremos con un ejemplo de nuevo libro que aúna el papel, lo del internet, y la autoedición. Dicho queda).

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